miércoles, 29 de septiembre de 2010

ENERGÍA CAÓTICA

"Esta visión de Eros como el hijo mono pero problemático de Afrodita es tardía, y cuando comenzamos a indagar en su linaje, encontramos algo muy diferente de nuestro Cupido de las tarjetas de felicitación, algo más aterrador y monstruoso, algo más próximo a lo que Medea experimenta cuando el muchacho deja las serenas y gozosas estancias del Olimpo y entra en nuestro mundo de caos y muerte.


Incluso los más antropomórficos padres de Eros que le atribuye por primera vez Simónides, Afrodita y Ares, huelen a desorden y violencia, pues Ares desde luego es el dios de la guerra, el más odioso de los dioses, y transfiere a su hijo algo de su marcial poder destructivo.


Aunque unimos sexo y violencia cuando nos quejamos de la degeneración de la televisión, los vemos como realidades opuestas. Los griegos eran más inteligentes. Veían el sexo y la violencia como dos caras de la misma moneda irracional, que se penetran e intensifican mutuamente, creando una violencia sexual que explotaba en una profunda destrucción y desorden, una doble energía caótica que amenazaba los cimientos de la cultura y la identidad humanas.


Nuestra idealización de la sexualidad, inspirada en el Romanticismo, como una fuerza de liberación personal y autorrealización chocaría a la mayoría de los griegos, que la verían como una peligrosa locura y falsa ilusión."




THORNTON, B. S., Eros: the myth of ancient Greek sexuality, Westview Press, 1997

domingo, 19 de septiembre de 2010

¿CON QUÉ SE RELACIONA EL AMOR? 2

"Todos sabemos que el amor humano es inseparable de la sexualidad."

MÁXIMO BRIOSO SÁNCHEZ, Las alas del placer. Las riberas del Mediterráneo bajo las flechas de Eros, Madrid, Ediciones Clásicas, 2004, pág. 83


"Erotismo y sexualidad son conceptos que se expresan sobre todo en el arte y en la literatura, pero que no son ajenos a la religión, las relaciones sociales, la política, la guerra y tantos otros aspectos de la vida pública y privada."

AURELIO PÉREZ JIMÉNEZ & Mª CRUZ SALCEDO PARRONDO, Op. cit., pág. 11

sábado, 18 de septiembre de 2010

ENSAYO 4

Título estándar con verso de Propercio (2.25.27) superpuesto a una imagen de Zéfiro y Psique de Henri-Joseph Ruxthiel (1775-1837) que tomé en el Louvre. La imagen está recortada con GIMP y combinada con un fondo negro. Tengo que mejorar los contornos, retocándolos y difuminándolos:

mendaces ludunt flatus in amore secundi

"engañan en el amor, falaces, los soplos favorables"

miércoles, 15 de septiembre de 2010

¿CON QUÉ SE RELACIONA EL AMOR?

Fue Safo la primera en llamar a eros “agridulce”. Nadie que haya estado enamorado se lo discute. ¿Qué significa la palabra?

Eros le parecía a Safo una experiencia al mismo tiempo de placer y de dolor. Aquí hay una contradicción y tal vez una paradoja. Percibir este eros puede escindir la mente en dos. ¿Por qué? Los componentes de la contradicción pueden parecer, a primera vista, obvios. Damos por sentada, como hacía Safo, la dulzura del deseo erótico; su condición de placentero nos sonríe. Pero el amargor es menos obvio. Podría haber varias razones para que lo dulce sea también amargo. Puede haber varias relaciones entre los dos sabores. Los poetas han abordado el tema de dos maneras diferentes. La propia formulación de Safo es un buen punto en el que comenzar a trazar las posibilidades. El fragmento que nos interesa dice:

Ἔρος δἦυτέ μ’ ὀ λυσιμέλης δόνει
γλυκύπικρον ἀμάχανον ὄρπετον

De nuevo Eros, que desata los miembros, me hace estremecerme,
esa pequeña bestia agridulce, contra la que no hay quien se defienda.

(LP, fr. 130)


Es difícil traducirlo. “Dulce y agrio” suena mal, si bien nuestra traducción “agridulce” invierte los verdaderos términos del compuesto sáfico glukupikron. ¿Debería eso importarnos? Si el orden de los términos tiene una intención descriptiva, el texto indica que eros trae dulzura y a continuación amargor: Safo trata la cuestión cronológicamente. La mayor parte de las experiencias de un amante confirmaría esta cronología, especialmente en la poesía, donde el amor casi siempre acaba mal. Pero es improbable que Safo quisiera decir eso. Su poema comienza con una localización dramática de la situación erótica en el tiempo (dēute) y fija la acción erótica en el presente de indicativo (donei). No está narrando una historia de amor sino el instante del deseo. Un momento se tambalea bajo la presión de Eros; un estado mental se escinde en dos. Estamos ante una simultaneidad de placer y dolor. El aspecto placentero aparece nombrado en primer lugar, podemos presumir, porque es menos sorprendente. El énfasis recae en la otra cara problemática del fenómeno, cuyos atributos se suceden en una cascada de consonantes suaves (verso 2). Eros avanza o se arrastra sobre su víctima desde un lugar externo a ella: orpeton. Ninguna batalla sirve para detener ese avance: amachanon. El deseo, por tanto, no habita en ni se alía con la que desea. Ajeno a su voluntad, se abalanza de manera irresistible sobre ella desde el exterior. Eros es un enemigo. Su amargor debe ser el sabor de la enemistad. Es decir, del odio.

“Amar a tus amigos y odiar a tus enemigos” es un conocido precepto de la moral arcaica. El amor y el odio construyen conjuntamente la maquinaria del contacto humano. ¿Tiene sentido situar los dos polos de este afecto dentro del único acto emocional de eros? Presumiblemente, sí, si el amigo y el enemigo convergen en el ser que los origina. La convergencia crea una paradoja, pero una paradoja que ya es casi un cliché para la moderna imaginación literaria. “Y el odio comienza donde acaba el amor…” susurra Anna Karenina mientras parte para la Estación de Moscú y el fin del dilema del deseo. De hecho, la paradoja erótica es un problema que antecede al propio Eros. La hallamos representada en las murallas de Troya, en una escena entre Helena y Afrodita. El encuentro es tan agudo como paradigmático. Homero nos muestra a Helena, encarnación del deseo, harta de las imposiciones de eros y desafiando una orden de Afrodita para atender el lecho de Paris. La diosa del amor responde airada, esgrimiendo como arma una paradoja erótica:

μή μ’ ἔρεθε σχετλίη, μὴ χωσαμένη σε μεθείω,
τὼς δέ σ’ ἀπεχθήρω ὡς νῦν ἔκπαγλ’ ἐφίλησα

¡No me irrites, desgraciada! No sea que, enojándome, te abandone
y te aborrezca de modo tan extraordinario como hasta aquí te amé

(Il. 3.414-15)


Helena obedece al punto; el amor y el odio en combinación constituyen un irresistible enemigo. La simultaneidad de amargor y dulzura que nos asusta en el adjetivo sáfico glukupikron es presentada de manera distinta en el poema de Homero. La convención épica representa los estados interiores del sentimiento en una clave dinámica y lineal, de modo que una mente dividida puede ser leída a partir de una secuencia de acciones antitéticas. No obstante, Homero y Safo coinciden al presentar a la divinidad del deseo como un ser ambivalente, al mismo tiempo amigo y enemigo, que da cuenta de la experiencia erótica con una paradoja emocional.

Eros también aparece en otros géneros y poetas como paradoja de amor y odio. Aristófanes, por ejemplo, nos cuenta que el joven Alcibíades, seductor y libertino, era capaz de inspirar en el dēmos griego un sentimiento parecido a la pasión del amante:

ποθεῖ μέν, ἐχθαίρει δέ, βούλεται δ’ ἔχειν

pues lo aman y lo odian, y quieren poseerlo

(Ran. 1425)


En el Agamenón de Esquilo, se describe a Menelao dando vueltas por su palacio vacío tras la marcha de Helena. Las habitaciones parecen poseídas por ella; él se detiene en su alcoba y llora por “los surcos del amor en la cama” (411). No hay duda de que es deseo lo que siente (pothos, 414), pero también el odio se filtra para llenar el vacío (echthetai):

εὐμόρφων δὲ κολοσσῶν
ἔχθεται χάρις ἀνδρί·

“la gracia de las bellas estatuas le resulta odiosa al marido”

(Ag. 414-19)

Amor y odio constituyen igualmente un objeto para el epigrama helenístico. El requerimiento de Nicarco a su amado es típico:

εἴ με φιλεῖς, μισεῖς με· καὶ εἰ μισεῖς, σὺ φιλεῖς με

si me quieres, me odias, y si me odias, me quieres

(Anth. Pal. 11.252)


El epigrama de Catulo es tal vez la destilación más elegante de este cliché:

Odi et amo. quare id faciam, fortasse requiris.
nescio, sed fieri sentio et excrucior.

Odio y amo. Quizá me preguntes por qué actúo así. 
No lo sé, pero siento que es así y sufro.

(Catulo 85)

CARSON, ANN: Eros, the bittersweet: an essay, Princeton, Princeton University Press, 1988, págs. 3-6

ENSAYO 3

Esto va tomando forma:

lunes, 13 de septiembre de 2010

EL DIOS SUPREMO

Se suele considerar a Zeus como el más importante de los dioses griegos. Los poetas no tardaron en darse cuenta de que no: por encima de él, y subyugándolo como a cualquier otro ser inmortal o mortal, se encuentra Eros. Así, Eurípides dice en el fragmento 269N:

Ἔρωτα δ᾽ ὅστις μὴ θεὸν κρίνει μέγαν 
καὶ τῶν ἁπάντων δαιμόνων ὑπέρτατον, 
ἢ σκαιός ἐστιν ἢ καλῶν ἄπειρος ὢν 
οὐκ οἶδε τὸν μέγιστον ἀνθρώποις θεόν

"Quien no considere al Amor como un gran dios 
y la más poderosa de todas las divinidades,
o es un ignorante o, por no tener experiencia de lo bello,
desconoce al dios más importante para los hombres."

Nada que objetar, Eurípides. Mi experiencia de los días 31 de julio y 1 de agosto, que viene a sumarse a las de toda una vida, te da toda la razón.

El día 31, ya solo, nada más dejar a mi hermano en el aeropuerto, me dirigí a Rafina, el puerto de la costa oriental del Ática. Dejé el coche aparcado en un lugar poco fiable, casi en un descampado a unos 200 metros del puerto. A eso de las 7 y media de la mañana salió el ferry con dirección a Mykonos:



Mykonos es uno de los principales destinos turísticos del Mediterráneo, una especie de Ibiza a la griega, repleta de discotecas, hoteles y niños pijos. Naturalmente, no era eso lo que yo buscaba (en todo caso, ya lo tenemos aquí), sino la isla de Delos, la sagrada isla de Apolo, lugar de peregrinación para los antiguos griegos y, a raíz de ello, importante centro comercial del Mediterráneo durante varios siglos. Pero dado que actualmente está deshabitada, no hay destinos directos desde Atenas y primero hay que pasar por Mykonos. Al cabo de unas tres horas y media, llegué a esta isla:


Lo que más temía, el verme obligado a pasar allí más de un día, se hizo realidad, ya que justo cuando llegué, salía el último barco hacia Delos, de manera que tuve que ponerme a buscar alojamiento. Y fue la primera vez, desde que salimos de España, que no había manera de encontrarlo: ni un hotel, ni una pensión, ni una habitación de mala muerte. Hasta dos horas estuve dando vueltas por el laberinto de callejuelas, frito como estaba después de haber dormido unas cuatro horas. Y es que aquello estaba repleto de gente, gente movida por Eros, ansiosa de encontrar allí lo que no se encuentra entre las piedras. Para toda esa gente, para mí y para cualquier otro animal, la experiencia de la atracción sexual o amorosa (sobre esta  terminología, sintomáticamente confusa, ya habrá momento de hablar) es incomparablemente más llamativa y poderosa que el más vistoso de los monumentos milenarios, que el más cautivador de los libros, que el más opíparo de los banquetes, que todas las riquezas del mundo juntas ("¿Quién se goza con las riquezas, teniendo a Amor en contra? ¡Nada agradable puede haber para mí, si Venus me es desfavorable!", Propercio 1.14). Porque, queramos reconocerlo o no, no hay nada que supere a Eros: Ἔρως ἀνίκατε μάχαν (Sófocles, Antígona 783).

A pesar de ello, mi objetivo en este viaje era otro. Ni siquiera era la isla de Delos en sí, con todos los respetos para los tesoros que encierra, la mayor parte de los cuales desconozco:



Mi meta estaba en su museo arqueológico, que contiene dos sellos en los que se representa a Eros quemando sendas mariposas (= almas) sobre una hoguera. Los quería para el montaje, evidentemente. Cuál no fue mi decepción cuando me enteré de que, al igual que el camafeo que días más tarde busqué en Florencia, no estaban expuestos al público, sino ocultos en los polvorientos almacenes del museo. Sin embargo, justo antes de irme, tuve por fin un golpe de suerte: en ese momento llegó el arqueólogo responsable del museo, y no sin cierta resistencia, se dejó convencer y prometió enviarme por correo electrónico unas fotografías digitales de gran tamaño con las imágenes que buscaba. Como le prometí no publicarlas en libros ni subirlas a ninguna web, no voy a ponerlas aquí (curioso concepto de patrimonio universal y curiosa manía de ocultar cosas que se van a pudrir entre telarañas).

Antes de abandonar el museo, fotografié cosas interesantes, entre ellas esta copia de la misma Polimnia que días más tarde contemplé en Roma, en París y en Londres:


Luego visité el recinto arqueológico y por último subí al mítico monte Cinto (Κύνθος, Kynthos, Cynthus), que dio uno de los epítetos de Ártemis (Κυνθία, Cynthia, Cintia), porque allí nació la diosa junto con su hermano Apolo. Cintia es también un nombre poético predilecto entre los poetas romanos, por ejemplo Propercio (3.21.9-10):

unum erit auxilium: mutatis Cynthia terris
quantum oculis, animo tam procul ibit Amor

uno solo será el remedio: si cambio de país, Amor se irá tan 
lejos del corazón como Cintia de mis ojos.

ENSAYO 2

Segundo ensayo de edición del montaje sobre el Amor, todavía sin textos. Esta vez con música de flauta oriental (taksim, género en el que el intérprete da rienda suelta a la improvisación). Entre otras cosas, quiero comprobar si quedan bien las figuras con los fondos naturales de los museos, aunque tengo que probar si es preferible recortarlas con GIMP o Photoshop y ponerles fondos planos de color negro (me temo que no). Las imágenes aparecen tal como las tomé en el viaje, sin procesar, pero para el montaje final tengo que darles más calidez, sombra, contraste y nitidez.

lunes, 6 de septiembre de 2010

EN PRIMERA FILA

El día 25 estuvimos en la acrópolis de Atenas. Usé por primera vez el trípode para sacar esta fotografía, que revela cómo una de las razones principales de la desaparición del mundo antiguo fue la reutilización de los materiales de edificios anteriores y de obras de arte en general. Esto comenzaron a hacerlo ya los propios griegos antiguos, que se sirvieron de estos tambores de columnas para construir una sección de la muralla que rodea la acrópolis:


Luego bajé al teatro de Dioniso, donde esperaba fotografiar las inscripciones de los asientos de la primera fila, en los que están registrados los nombres de los sacerdotes que tenían el privilegio de ocupar esa zona de las gradas. Pero lamentablemente me encontré con la cuerda, la odiosa cuerda que veta el acceso a lo mejor de cada monumento:


Lo más que pude hacer fue estirar el cuello y obtener estas míseras tomas:


Pero cuatro días después regresé con la intención de convencer a los vigilantes. La que se encontraba sentada enfrente de la orquestra se mostró inflexible, aunque me sugirió que le pidiera permiso al αρχιφύλακας, el jefe de los vigilantes que expedía las entradas. Fui y éste le hizo una llamada para que me permitiera rebasar la cuerda. Por fin, pude tomar estas imágenes, inéditas al menos con esta resolución. Del sacerdote de Zeus Buleo y de Atenea Bulea:


y del sacerdote de Apolo Delio:


No sé lo que hubiera hecho en este viaje sin la Tarjeta de Entrada Gratuita, que en cierto modo, al menos en apariencia, te confiere la categoría de personal del Ministerio de Cultura Griego. Me la saqué el día 19 en la mítica Olimpia:


 Era mostrarla en cualquier sitio y ver casi todas las puertas abiertas.

viernes, 3 de septiembre de 2010

ENSAYO 1

Impaciente como estoy por comenzar un montaje que va sobre uno de los temas más ricos y universales de la literatura y el arte, me he puesto a ensayar un poco con las imágenes, las pistas de audio y las transiciones del Windows Movie Maker (aunque pienso usar otro editor de vídeo más profesional, ya veré si el Pinnacle, el Adobe, el Sony Vegas o el Edius):



Pero queda mucha tela que cortar, empezando por la organización de las ideas que tengo en la cabeza y los textos literarios que estoy reuniendo. Hasta que no haya organización, no habrá forma, no habrá nada. Ni siquiera tengo un título, porque éste viene determinado por la forma final del trabajo, aunque también viceversa. El Γλυκύπικρον ἀμήχανον (Agridulce inexorable) que pensé al principio es demasiado restringido, explícito y erudito, y hoy me inclino por La verdad sobre el Amor, que es el más amplio y sugerente -por provocativo- que se me ocurre.

Lo más difícil es decidirse por un estilo "documental", didáctico, académico, escolar, explicativo, o bien por otro más "artístico", poético, narrativo. Existe la posibilidad de dividir el montaje en dos partes, la primera documental y la segunda artística, pero se puede incurrir en la redundancia y además alargarlo demasiado. Ante todo, no me gustaría incluir ni una sola frase mía, sino dejar que hablen sólo los poetas griegos y latinos, pero es prácticamente imposible encontrar un texto literario para cada una de las muchas ideas e imágenes (esculturas, pinturas, cerámicas, mosaicos, camafeos, gemas, sellos) que rodean e ilustran el tema del amor. Por ejemplo, los he encontrado para ésta,


o esta otra,


pero no para las obras de Cartellier y Gibson ni para el simbolismo de la mariposa en general. A veces disponía de un texto para el que no conocía ninguna imagen hasta que hice el viaje, como me pasó en la Neue Pinakothek de Munich, donde encontré este grupo escultórico,


que se adapta muy bien a un poema de Teócrito, mientras que esta acuarela de Durero fue hecha específicamente para representarlo:


Por otro lado, tengo que familiarizarme con el programa de edición de fotografías que vaya a usar (el GIMP o el Photoshop), sobre todo en lo que se refiere al uso de capas y a los recortes, y con el programa de edición de vídeo.

En definitiva, un trabajo de al menos un trimestre, calculo. Pero una vez estructuradas las ideas, realizar el montaje en sí, seleccionando y editando las imágenes, los efectos y el audio, es coser y cantar, aunque eso sí, dedicándole mucho tiempo y haciendo miles de cambios.

"PERO ES MÍTICO"

Bueno, va siendo hora de contar anécdotas del viaje. La primera que se me ocurre tuvo lugar en Olimpia.

Primero visitamos el recinto arqueológico, donde, entre otras, tomé imágenes de esta interesante muestra de evolución arquitectónica, concretamente del equino (parte inferior del capitel) en el templo de Hera. Este templo fue inicialmente construido en madera y poco a poco sus distintas partes fueron sustituidas por otras de piedra, siguiendo los estilos imperantes en cada época. En estas tres columnas se puede apreciar la diferencia entre dos tipos de equino:



En el estadio, donde nacieron los Juegos Olímpicos, tuve ocasión de filmar esta carrera:



Y a continuación, mientras Jacobo proseguía su visita por el museo, me fui con mi hermano en busca del río Alfeo. Por el recinto sólo pasa el Cládeo, su afluente, que ya vi en mi viaje del 2005:


Pero a mí me interesaba ver el Alfeo, que no es un simple arroyo. Como no lo encontraba, les pregunté a los vigilantes de la entrada, una chica de no más de veinte años, una mujer mayor y un hombre maduro. Ellos amablemente empezaron a indicarme, hasta que la señora mayor interrumpió: "Μα γιατί θέλεις να δείς τον Αλφειό; Δεν έχει τίποτα", es decir, "¿Pero para qué quieres ver el Alfeo? No tiene nada", a lo que yo respondí, con cierto tono de indignación: "Αλλά είναι μυθικός!", esto es, "¡Pero es mítico!" Sin saber seguramente a qué me refería, los tres hicieron como que me comprendían y la chica sonrió en un gesto de sabio asentimiento.

Y a lo que me refería es a que el Alfeo no era para los griegos una simple corriente de agua, sino un dios,


el mismo que aparece representado en el frontón oriental del templo de Zeus, contemplando los preparativos de la carrera de carros entre Enómao y Pélope,


junto con el Cládeo:


Pues bien, cogimos el coche y después de apartarnos bastante del recinto, no encontramos nada. Cuando ya estábamos agotados de dar vueltas en coche y a pie, pregunté a un conductor que salía de las fincas y me informó. Por fin, rodeados del omnipresente sonido de las cigarras, pudimos divisarlo a lo lejos:


luego de cerca,


 y por último filmarlo: